jueves, 11 de agosto de 2016

Fortaleza

Había una necesidad de decirle tácitamente todo lo que sentía, de abrazarlo, de desgarrarme en sus brazos, de decirle que ya no aguantaba tantas punzadas en mi alma, porque no era el corazón nada más, latía hasta mi más profundo átomo por su amor, por el cariño, la costumbre ¡qué se yo!
Era tarde, habíamos acordado cenar juntos, casi siempre lo hacíamos, lo vi, me vio, me estrechó con un abrazo, había olvidado todo y quería besarlo nada más, pero no podía hacer eso, tenía que decirle lo que venía pensando hace meses, había practicado un tipo de argumento que verdaderamente no utilicé, porque cuando empecé; lloré de una manera desenfrenada, recordaba las noches en las que solo lloraba y recordaba también que él y todo lo que sentía era el motivo de mis lágrimas, ahora un poco más calmada, puedo escribir sin ese atasco en la garganta, puedo escribir sin llorar, más tranquila, menos saturada y con un poco más de amor propio, porque no sé si dejé de amarme para amarlo a él, tal vez no fue así y estoy siendo injusta conmigo misma.

Después de haber conversado y fue ese el primer proceso de despedida, le cogí la mano, la extendí y le mencioné el tema; le dije explícitamente "Tenemos que conversar", sus manos temblaron un poco y su mirada se fue, le dije que lo amaba y que sabía que él no, sé que me quiere, que le duele mi sufrimiento, sé que hasta me puede adorar, porque soy esa chica perfecta, pero no quiere quedarse conmigo, un pensamiento que respeto y que conocía desde siempre, desde aquel momento en que empecé a amarlo, por lo tanto, también fui responsable de tantos sentimientos, fui yo la que se enamoró y tenía que ser yo la que debía de irse, porque no es justo, porque él no lo merecía, yo sabía bien como debíamos de manejar esta relación, pero fallé, como casi siempre lo hago.

Nos acostumbramos a hablarnos bonito, a preocuparnos por el otro, a celebrar esas fechas, a tener citas amorosas, a cogernos de la mano, a besarnos y darme un beso en la frente, a llamarnos si algo nos pasaba, si no era amor, no sé que otra cosa podría ser, tenía una suerte de relación en donde nadie se metía porque nadie la sabía, en donde no exponíamos nuestra vida privada, porque éramos únicamente los dos, un corazón que latía por dos y era lindo, pero empecé a amarlo y aunque fortaleció la relación, también la debilitó, también me hizo vulnerable a sus actitudes, me hizo sensible a su falta de reciprocidad, a sus idas y venidas, a sus fotos, a sus salidas, a todo, él que me conoce mejor que nadie, él que detuvo mi caída libre, sabía que me lastimaba, pero no tenía de otra, tenía que hacerlo, yo debía de aterrizar, debía de conocer que cosa sí y que no.

Lo asimilé, medité y me dispuse a decirle que lo amaba, en el fondo de mi corazón aún guardaba la esperanza, que no me dejara ir, que todo ese amor que sentía, le permitiera apostar por mí, había esa pequeña esperanza en mi mente y sobretodo en mi corazón, ¡fallé! nuevamente, no pasó, cuando lloraba, sigilosamente limpiaba mis lágrimas, me pedía que estuviera tranquila, que no quería verme triste, que le dolía, que no lo soportaba, que podía aguantar todo, menos verme llorar, mis manos lo acariciaban y entendía tras ese golpe que había tomado la mejor decisión, me iba de su lado, y sabía que me extrañaría, pero que él era más fuerte que todo este amor, ese corazón que se unió se estaba separando, que esas manos ya no se entrelazarían más, las sonrisas, los regalos, los abrazos y los besos en la frente quedarían como el mejor de todos mis recuerdos, esa complicidad que habíamos formado juntos, se iba a quedar, me pidió ser su amiga, lo acepté porque siempre convenimos en eso, le dije que no se sintiera mal, que yo lucharía incansablemente por armarme de más valor y seguir siendo fuerte, feliz.

Estaba regresando a mi casa, y ya no habían más lágrimas, escuchaba una de las canciones con las que había llorado en demasía y no había más llanto, me liberé por fin, le pude decir a mi gran amor que lo amaba, pero que ya no soportaba esa situación, me iba por amor, pero lo sobrellevé, no lloraba más, no había pena ni dolor, mi corazón estaba fuerte, mi vida continuaba y sabía que podría enamorarme nuevamente, tal vez un poco más pensante, pero me enamoraría nuevamente, le agradecía a la vida que en mi camino haya estado él, regresé fuerte y decidida.

Aún siento pena, pero de distinta manera, tal vez llegué tarde a su vida, quizá no debía de quedarme, ya no le busco más respuestas, cuando las buscaba, fallaba, mejor dejarlo así, si fui feliz, eso importa, nada más que eso.




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