Nunca doy pasos en falso, siempre he pensado en el rechazo, y es que te he querido tanto que tenía -podría decirlo-, un poco de miedo, quise besarte, quise sentirte y me acerqué lento, tenía que hacerlo, estábamos tan juntos, que esa oportunidad tenía que tomarla, era la última que quería y lo hice, cogí tu mano y bajé mi cabeza en tu hombro, el corazón me palpitaba más de la cuenta, sentía una taquicardia , pero no me rechazaste, es más sentí como entrelazaste tu mano con la mía, sentí que flotaba, entonces me di cuenta que te amaba, no sé si mucho, pero te amaba, me sentía atrapada, había mucho tráfico y yo estaba feliz porque eras tú quien estaba conmigo, sentí valentía para extender mi mano y acariciarte el rostro, mi mano ya no temblaba, pero tenía miedo, ese miedo del amor, lo hice y cerraste tus ojos, no me habría cansado de acariciarte, pero mentiría si dijera que se logró mi gran amor, quizás no estaría escribiendo sobre ese episodio si lo seguiría haciendo, de pronto todo cambió y ya la extensión de mi mano con la tuya no generaba esa conexión, lo sentí y no sabes como me dolió, las miradas ya no eran las mismas y el amor se había agotado, no sé que nos pasó, pero ya no había amor, quizás de mi parte sí, del tuyo solo compromiso por no lastimarme y aunque no lo creas, me dolía mucho más que fingieras ser feliz conmigo, cuando ya no lo sentías, quizás fue una de las razones para alejarme de ti.
Te diría que quisiera acariciar tu rostro como siempre, pero siento que ya es tarde y que esa única oportunidad que tomé me permite escribirte esta entrada, aprendí de ti muchas cosas, una de ellas es esta: soltar, soltar recuerdos, que aunque con lágrimas puedo decirte que si alguien me pregunta por amor, siempre mencionaré tu nombre.
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