Nunca quise esperar nada, siempre me sorprendía por todo lo lindo que hacía por mi, no eran muchas las veces es cierto, pero las que fueron, fueron inolvidables.
No acostumbraba a tener fechas especiales, pero cuando las recordaba, me hacía intensamente feliz.
No escribía un buenos días, pero de repente lo hacía y sonreía todo el día, creía que era lo primero en lo que había pensado por la mañana, tal vez es cierto y me alegra mucho haber sido su primer pensamiento en algún momento.
No tenía detalles, pero podía sorprenderme y eso me hacía feliz, muy feliz.
No recuerdo un regalo en específico o una carta, o cualquier otro detalle, pero tengo historias, momentos, lugares específicos que quisiera repetir, siempre con él, solo con él.
Esa esquina, en donde podía esperarlo más de una hora, quizás con él aprendí a ser tolerante, a tener paciencia, quizás con él.
Ese restaurante de comida china, en donde el mesero y el señor de la caja ya nos conocía, también era un lugar especial, nuestro lugar.
Recuerdo lo que siempre pedía cuando íbamos a tomar jugos, uno de papaya sin azúcar por favor. (veo su rostro y escucho su voz cuando pienso en eso)
Ese sitio secreto, tan de él, tan mío, tan nuestro, ese era nuestro lugar.
Ese paradero, esos besos en la frente, o esos abrazos sinceros.
Ya no podía pedirle fotos, tampoco quería pedirle besos en la frente, no quise pedirle nada, porque incondicionalmente yo estaba a su lado, con él me di cuenta que se puede llegar a amar de manera desinteresada, limpia y leal, con él aprendí que el amor duele, demasiado quizás, pero también tiene mucho de felicidad, es un equilibrio, como el del día y la noche, tal vez con él sin pensarlo aprendí a amar de verdad.
Yo solo quería darle paz y tranquilidad.
Yo solo quería verlo sonreír
Yo solo quería compartir mis gomitas, mis chicles y helados.
Creo que lo logré, creo que si fue feliz.
Perdóname por haberte amado tanto.
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