Nunca me importó nada, empezaré así una de las tantas notas que escribo por ti, quizás también para ti, aunque ya no trato de que leas nada de lo que escribo, ya para qué.
Siempre he pensado que el amor debe de ser paciente, comprensivo, hasta he podido darme cuenta que cuando alguien está enamorado o enamorada como fue en mi caso, nada basta para hacer feliz a la otra persona, todos esos libros que hablan de ese sentimiento bonito dicen la verdad, lo he podido descubrir.
A ciencia cierta sé que nadie lo amará como yo, he tenido mil razones para despreciarlo, odiarlo, pero no saben como quiero que él sea feliz, que su luz ayude e irradie más que nunca, y también pido con mucho fervor todos los días que él siempre esté bien y que si Dios quiere en algún momento nos volvamos a encontrar, quizás más maduros, él más presto a amar y yo menos loca de amor por él.
Me enamoré hasta los huesos, no saben cómo, he llorado tanto que me he quedado dormida, he hecho manualidades pintándome las manos con mucha témpera, comprando stickers de dibujitos, haciendo cartas, he colocado toda mi atención, la que había y la que no existía para él, sé vivir sin él, pero lo elegí más de una vez.
Pasaron muchas cosas de esas que nunca podrás contar porque todo es tan tuyo, tan nuestro que nadie tiene derecho a saberlo, porque son secretos de esos bonitos, de los que hacen que el corazón baile, se dan cuenta que cuando escribo de él nunca lo hago con odio, siempre todo es con amor, con ese sentimiento bonito que él me enseñó que existía.
Han pasado también muchas cosas malas, que han permitido que lo suelte, pero no sopesaron nunca, jamás me hizo daño intencionalmente, siempre fueron cosas chiquitas, mis expectativas, mi amor loco por él que me hacía esperar muchas cosas que no le nacían, con él aprendí que "si no le nace, no se lo pidas" aprendí a esperar, a tener mucha paciencia, a sorprenderme por un regalo chiquito, por una nota o por un mensaje de voz, aprendí a quererlo con todo lo bonito y lo malo que él tenía, jamás quise cambiarlo, lo acepté con sus miedos, sus mejoras y sus maneras también raras de ver algunas cosas, para mí era sorprendente todo lo que él me contaba, lo contemplaba, su rostro se impregnó en mi corazón, sus manos en mi alma, sus ojos estallaron siempre en mi mirada.
Nunca me importó el dinero, los regalos o cualquier celebración, fui su fiel compañera, la que estaba ahí cuando a él le hacía falta, quizás hasta podría decirse que era su incondicional, nadie nunca me reprochó tanto amor, todos lo respetaban, ha pasado algún tiempo desde que ya no lo veo, desde que no siento sus manos o no escucho su voz, pero no importa, mi corazón siempre le pertenecerá, siempre laterá por él, donde quiera que esté y quizás no sea precisamente a su lado.
Nunca vas a estar solo, yo siempre estaré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario