miércoles, 9 de diciembre de 2020

Raúl

Voy a escribir cientos de veces, pero esta vez no de lo que quisiera, si no de lo que duelen las despedidas y no precisamente una que esperé.

Se marchó el domingo apretando fuertemente la mano de un amigo, entre lágrimas y con un deseo de vivir, pero se fue, se tuvo que ir, quizás para ya no sufrir, se fue mi gran amigo, mi tío favorito, el hermano más querido, el hijo preferido, se fue a ese viaje sin fin, se fue sabiendo que lo queríamos, posiblemente nuestro único consuelo.

Él es una de las personas que más quiero, lo veía y sonreía, recordaba mi niñez feliz, hacíamos postres, pizzas y almorzábamos juntos, sentía que siempre hacía falta, me traía chocolates y hacía gelatina, aprendí algunas palabras en inglés con él, a los 8 años de mi mano fuimos a recoger una diploma de reconocimiento por mis notas, estaba feliz de que él estuviera conmigo, no entendía mucho pero era feliz y eso no lo voy a olvidar.

Los años pasaron y con ellos actitudes y cambios drásticos, pero nunca dejó de querernos, de cuidarnos y de querer protegernos, entendía quizás que su cariño también había cambiado, nos alejamos, nos volvimos a juntar y en ese tiempo él ya tenía una vida, tenía una nueva esposa, una nueva manera de pensar, yo lo seguía queriendo, porque el recuerdo siempre ha podido más, siempre ha sido el favorito, el más bueno, el más cuerdo, el más inteligente, se me hace un nudo en la garganta y tengo un vacío en el corazón que posiblemente solo el tiempo pueda llenar, nunca voy a entender a la muerte ¿qué hace, te elige? ¿te dice, hoy te toca a ti? no imagino que ese día tenga que llegar, pero seguramente llegará y quizás alguien también escriba para mí, pero no lo sabré, mi tío nunca sabrá que escribo hoy para él y me arrepiento porque pude haber escrito antes, pero él sabía que lo quería y tal vez solo eso baste.

Los 11 de noviembre eran distintos, porque es su fecha de cumpleaños, a veces estábamos juntos, otras no, pero el corazón no miente y a pesar de la distancia él sabía que podía contar con nosotros, la vida pasó tan rápido que no sabía en que momento cumplió 63 años, su luz se apagaba y él también, lo veía en sus ojos, en su mirada, en su tristeza, nos decía que le dolía y que posiblemente la mejor solución era descansar, solo quisiera pensar que no sufrió más de lo que ya venía sufriendo, no lo merecía, nunca lo mereció.

Este domingo cuando partiste te llevaste un poco también de nuestras sonrisas y de nuestra niñez, estoy segura que cuando también me toque partir te encontraré, no dudo que seguirás cuidándome y posiblemente te reirás de las cosas que haga, me pongo a llorar pensando que pude haber hecho más por ti, no me culpo, pero me apena, me da rabia saber que podíamos pasar más tiempo juntos y no pasó porque este 2020 nos separó, pero sé que sabías que te adorábamos con el alma y eso alivia mi pena. ¡Arre, arre justiciero, hasta el cielo! 


Te voy a extrañar la vida entera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario