miércoles, 3 de febrero de 2016

Gonzalo

Ella lo sabía

Ya era tarde y solamente podía verla una o dos veces por semana,sabía que se incomodaría - se molestó- aunque me recibió con un abrazo y un beso, sabía que estaba molesta, la conocía de la cabeza a la punta de los pies, sabía perfectamente cuando estaba molesta y también cuando era muy feliz. Nunca entendí porque no podía soportar que llegara tarde (después de unos años me explicó) yo era feliz, sonreía a su lado, pero no quería caminar de su mano, es muy difícil explicar porque no me enamoré totalmente de ella, era perfecta, me amaba lo sé, pero ese sentimiento no era compartido, no podía dejar de verla, de abrazarla, me había acostumbrado al olor de sus manos, de su cuerpo, de sus labios, pero no la amaba. Creo que ella lo sabía, por eso se fue, creo que nunca me perdonará no haber apostado por ella - en el fondo es así- pero no podía mentirle, no podía ser cobarde una vez más. La abracé tan fuerte que parecía una despedida, pero era el inicio de todo este calvario.
No soy muy expresivo, nunca lo he sido, soy bastante concreto y hasta podrían pensar que soy cortante, pero no es por falta de amor o interés, simplemente porque soy así, con ella no era diferente, nunca cambié mi manera de ser, siempre fui el mismo "Ella lo sabía" -dichosa frase- jamás tuve demasiado interés por ella, la quería, es cierto, pero no la necesitaba, no era amor totalmente, le tenía paciencia, calmaba su llanto, aliviaba sus penas, pero no la amaba, eso lo sabía yo y ella. No había un acuerdo pre nupcial, no teníamos nada, éramos amigos, y ya.

Te amo

Cuando le susurré al oído que la amaba, me creyó, no sé si lo sentía, puede ser que sí, es más me lo creía a mí mismo, la veía como la mujer que me acompañaría el resto de mis días y eso era extraño en mí, yo que no quería compartir con nadie mi soledad, era mía y siempre lo quise así.
Tanto amor tenía que terminarse en algún momento - se terminó- pero no terminé con ella, no por pena, tampoco por amor, pero no sabía porque seguía a su lado. Era perfecta para mí, pero no la quería para siempre, no era ella la del problema, siempre fui yo. No podía estar con una sola mujer, no quería, no lo aceptaba, tenía que volar, no quería hacerle daño - lo hice- indirectamente le causé un dolor inmenso, pero no podía quedarme ahí, no quería, eso era todo.

3- diciembre-2012

La seguía viendo, la consideraba tanto, que no me hallaba sin ella, no podía pensar que compartía sus momentos felices con otro, sus manos se entrelazaban y encajaban con otras manos, sus labios besaban a otro hombre y no era yo, aún así me permitía amarla, esbozar su mirada en la mía, compartir sus labios y sus manos, ella no lo quería, me quería a mí, estaba seguro, ese era mi problema, tan seguro me sentí, que la perdí, por eso la perdí.
La conocí un día de aquellos, en donde nada estaba planeado, sonrío y pasó desapercibida ante mis ojos, no me impactó, no me gustó, no la quería, tiempo después no podría vivir sin ella, su manera de caminar era tan peculiar, su perfume, sus manos, su cabello, su manera de hacerme reír, la sentía mía, y por mucho tiempo fue así, ella sonreía por mis ojos, sus ojos brillaban por mí, sus manos únicamente me tocaron con amor, ella era feliz y eso me hacía feliz a mí, pero no podía ser de una, ese era el problema, tenía que compartir mi amor, pensé que ella se quedaría, que lucharía, que no se iría - se fue- tanta pena sin gloria, tantas noches a su lado. 
Programé mis días, mis tardes y mis noches, hablaba con ella de todo lo que quería que supiera, la engañaba con una facilidad, que sentía que me creía todo, era cínico, ciego e hipócrita, la engañaba, no la quería, me engañaba a mí mismo. No sé que hacía, lo único que no quería es que fuera de otro, no quería que su amor sea compartido, no quería que sonría si no era conmigo, maldito egoísmo con el que nací, maldita la hora en la que me enamoré.

Bárbara

Así se llamaba, me parecía una mujer escéptica, admirable, inteligente, era larga, vestía muy bien, culta y preparada, no sabía cocinar pero aprendió por mí, eso me llevó a la gloria, me sentí el ganador de todo su espacio, se entregaba todas las noches con versos y canciones, la hacía mi mujer y la sentía tan mía, que no me preocupaba la cantidad de amigos, el desdén con el que ella se movía, no me importaba porque sabía que era mía - se fue - 
Todas las mañanas me levantaba con un mensaje, me escribía al gmail, me decía que me amaba una y otra vez, jamás se lo dije, porque ella no merecía sufrir, ella no.
Incluía en mi menú de mentiras, mi preocupación y mi desesperación por ella, jamás me había sentido así, pero tenía que superar ese miedo, tenía que dejarla ir - no quería -
La vi dormir en mis brazos y lloró en mis piernas, clausuré todas sus preocupaciones, la abrazaba y sentía que se reconfortaba, le daba besos en las mejillas para que sienta mi amor.
Amor que por ciento no fingía, tampoco era tan mala persona, solo algunas veces, pero ella era una reina sin súbditos y me daba pena, tal vez, dejarla sola. A ella no le dio pena, y se fue.
Por mi bien y por el de ella, la senté una de esas mañanas en la cabañita que compartíamos y le dije que no la amaba, que tampoco me planteaba la posibilidad de amarla, que quería pasarla bien, solo eso, que me gustaba su compañía, que quería hacerle el amor, pero nada más.
Ella asentó la cabeza, me miró y se puso de pie, me dijo, que no había problema, que ella tampoco se enamoraría, caminó y se fue. Quise perseguirla, pero no lo hice, vi que se iba escuchando música, tranquila y me sentí bien. Fui sincero, le dije que no la amaba, merecía saberlo.
Bárbara era una mujer bastante segura, blanca y alta, de ojos cafés, no merecía un amor a medias, pero tampoco merecía mentiras, por eso le grité, le hablé y no le fallé. Ella me falló a mí.
Siempre tenía su cámara y una laptop en la que escribía mucho, me contó que estaba haciendo historia, que le gustaba leer, que quería viajar, que quería seguir soñando, creo que nuestro amor encendió la llama de la aventura en su piel.
Capturaba cada escena de nuestra vida juntos, aunque la veía muy poco, soñaba con ella y sé que ella soñaba conmigo, pasamos un fin de semana juntos, el mejor de todos, fuimos al zoológico, jugamos, bailamos, hicimos el amor como ninguna noche, la tomé en mis brazos y le hice recordar que era la mujer más bella del mundo, le gritaba mi amor, y ella me creía, me creía todo, yo me sentía el dueño de sus pensamientos, de su mundo, el único hombre que la haría gemir - me equivoqué-
Soltaba su mano, cuando yo tiraba de su cintura, me gustaba su cuerpo esbelto, lo besaba y no podía dejar de mirarla, siempre alabé su belleza y su manera de ser, la amaba, sé que la amaba, pero no me di cuenta. Le fallé, sé que le fallé.
Me levantó con un beso y apresurado me despedí, la dejé, sola, no le pedí que me acompañara, ella sabía que no podía hacerlo.
Fui al doctor porque tenía una cita de rutina, no me dijeron nunca que padecía una enfermedad, iba seguro, no me cansaba, era un hombre fuerte - lo soy - no pasó nada, todo bien. 
Me escribió, no le respondí. Podía desaparecer semanas y ella dejaba de escribir, siempre me alegró que entendiera que no podía atenderla, yo era un hombre muy ocupado, no disponía de mucho tiempo, y si lo tenía, trataba de programarlo, para que todo me saliera bien.
Así pasaron cuatro años, entre idas y venidas, establecí un sentimiento con ella, fuerte, muy fuerte.

Se fue

Nunca me comentó nada acerca de sus molestias, yo las sospechaba pero no les hacía caso, pensé que era mi incondicional, que jamás se iría, me equivoqué, me topé tan fuerte con esa realidad que veía llegar que no sabía que hacer, era una epidemia para mí, se demoró en decirme que le dolía mi indiferencia, que no la amara tanto como ella me amaba a mí, me daba tristeza causarle daño, pero no quería que se vaya. Se fue
Dejó de escribirme los correos que siempre esperaba, no se preocupaba por mí.
Le escribí: "¿Dónde estás? - quiero verte, te extraño" no me respondió, pasó un mes y no sabía donde encontrarla, no conocía su casa, había cambiado de celular, no tenía redes sociales, no podía saber de ella, y si tal vez había muerto, no habría soportado tan fatal noticia.
No se había muerto, solo se había dado cuenta que no podía seguir de mi mano, mano que no quería para siempre. Bárbara era tan racional, que cuando discutíamos, era una pelea tan razonable, que conversábamos nada más, era tan injusto seguir con eso, pero no quería dejarla, no quería que se vaya, debía de quedarse un tiempo más, tal vez...
Su coeficiente intelectual le permitió saber que yo no era digno de tanto amor, no podía pedir sin dar, yo siempre de egoísta solo quería recibir, ella me dio el mejor de los regalos, todo su amor y lealtad. ¡La perdí!
Recibí un mensaje en donde me pedía vernos, pensé que volvía con los brazos abiertos, acudí a la cita con la camisa que ella siempre me dijo que le gusté, fue mi inconsciente, no lo hice apropósito, habían pasado tres meses de dejar de verla, estaba más ojerosa y más delgada, tal vez más blanca, pero seguía siendo muy hermosa ante mis ojos, la saludé con mucha alegría, alegría que no era compartida. 
Me entregó una hoja y me dijo: Léelo, no quiero llorar.
Se fue.
Leí la hoja de papel, me explicaba que no podía quedarse en la cabañita que habíamos construido, que todo le recordaba a mí, que mi olor se había impregnado en las sábanas, y que la lluvia le recordaba mi rostro, en la cabañita, llovía mucho, era un lugar alejado, habíamos comprado pintura azul y el techo era de ese color, a veces nos echábamos y mirábamos el cielo juntos. Tal tontería no (?) terminé de leer esa hoja de papel e intenté no llorar. - lloré-
Se despedía de mí, me dejaba, se iba.

Tiempo después

Viajé al Brasil por un tema de trabajo, unos 6 o 7 meses después que Bárbara me entregara esa carta, sentí que alguien me miraba en el pasadizo del aeropuerto, como soy tan despistado, no pude visualizar muy bien quien era, el vuelo se retrasó, me quedé leyendo una revista muy interesante que me trajo un amigo de Finlandia, siempre quise saber más, aprender, leer otras culturas, visitarlas.
Cojo mi maleta, estiro mi mano y en una vuelta, escucho su risa, la veo feliz, sonriendo como jamás lo hizo conmigo, él acomodaba sus cabellos y le besaba la frente como yo nunca lo hice, le besaba los labios con el amor que jamás le profané, ella era feliz y mi corazón se quebró en dos, sus manos le pertenecían a otro, veneraba a otro hombre, y ese hombre no era yo, imaginé que hacían el amor, que dejaba sus cabellos en otra cama, recordé mis mejores épocas en la cabañita. La vi feliz, y eso me dolió, me estrujó el alma darme cuenta que sonreía por otros ojos, que su piel había vuelto a ser la misma, que sus ojos grandes y cafés eran los mismos, pero que brillaban por otro rostro, la vi feliz y no lo soporté.
Escuché muy lentamente que tenía que pasar revisión de equipajes, me levanté molesto y angustiado, sabía que era feliz, siempre le dije que quería eso, pero no me explicaba porque me disgustaba tanto que lo sea, pero sin mí.
Ya en el avión, veía con tristeza mis recuerdos, me había enamorado y no me di cuenta, no soportó mi indiferencia, mi manera tan arisca de amar, mi concepto errado de soledad, aceptó cada una de mis condiciones y se fue, se fue sin mí a esa exposición de pinturas en la que yo fui su mejor cuadro, su mejor óleo, me dejó. Se fue




"Eres la persona correcta en el momento equivocado"





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