Ya eran las 8 y seguía caminando, no veía gente a mi alrededor, no tenía miedo y seguía el mismo camino de todos los días a esa hora al salir del trabajo, me puse los audífonos y empecé a escuchar cualquier canción, no tenía vida para pensar en qué debía de escuchar, solo quería llegar a mi casa, bañarme, dormir y así seguir, no me había sentido agotada emocionalmente desde hacía mucho tiempo, quería llorar, pero escuchaba reggaetón y no lo permitía, desde ese momento descubrí que cuando tengo ganas de llorar me pongo a bailar tanto, que posiblemente olvido lo qué pasó.
Me llamaste, y me di cuenta porque mi música se detuvo, así como mi corazón, que terrible sentimiento, me tomó 3 segundos no querer contestar y bajo mi lógica de “no te daré importancia” lo hice, dije ¿aló? Algo raro en mí, porque yo siempre digo hola, no aló y lo sabías, pero te hiciste el que todo estaba bien, y dentro de todo lo que conversabas me dijiste “perdóname”, yo no quería hacerlo, pero te dije que si, que todo estaba bien, ¿Cuántas veces mentí con lo mismo? ¿Cuántas veces quise llorar y no lo hice? Nunca fue tu culpa, siempre fue la mía, porque yo soy responsable de no haberte dicho que todo estaba mal y que quizás podrías tomar en cuenta lo que sentía, qué daño le hice a todo con ese silencio, innecesario, tonto, ese silencio que de bien nunca tuvo nada.
Pasaron los días y yo ya no era la misma, estaba perdida y lo mejor que pude hacer fue llamarte, recuerdo que te dije: “te espero en el café de siempre” hablamos tanto, que ya no me alcanzaba el tiempo para decirte que había sido feliz, pero que había dejado de serlo también y que mi inconsciente me pedía irme, lo aceptaste como quien se quita algo de encima y ahí caí en cuenta que también habías dejado de ser feliz conmigo.
Quizás ese día fue uno de los más tristes, pero fue el día cero para empezar el cambio, tanto tiempo me costó arrancarte del corazón, que no tengo ninguna duda que dejarme ir fue el favor que le hiciste a mi amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario